Ir al contenido principal

DÍA 56

¡Bendecido día tengas hoy, amigo lector!¡Es hermoso levantarse y saber que tenemos un día más para adorar y alabar a Nuestro Dios! 
Continuamos, como todos los días, con la tarea en la que estamos comprometidos: leer la Biblia completa en el término de un año.
Seguiremos presenciando como por la dureza del corazón de Faraón, Dios sigue asolando a Egipto con plagas: a través de Moisés, envía la plaga en el ganado, la plaga de las úlceras y la plaga de granizo.
Conoceremos a un nuevo personaje: Saulo, que, despuès que fue testigo de la muerte de Esteban, comienza a perseguir de manera violenta a los seguidores de Cristo. Sin embargo, estos continúan con la comisión que les había sido encomendada: predicando el Evangelio en todo lugar.
Es así que Felipe llega a Samaria y logra sorprendentes cosas allí, hecho que es presenciado por otros apóstoles también.
Además, continuaremos con la lectura de porciones de los Salmos y de los Proverbios.
¡Qué Dios te colme de bendiciones y te acompañe el resto del día!



La plaga en el ganado
1Entonces Jehová dijo a Moisés: Entra a la presencia de Faraón, y dile: Jehová, el Dios de los hebreos, dice así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. 2Porque si no lo quieres dejar ir, y lo detienes aún, 3he aquí la mano de Jehová estará sobre tus ganados que están en el campo, caballos, asnos, camellos, vacas y ovejas, con plaga gravísima. 4Y Jehová hará separación entre los ganados de Israel y los de Egipto, de modo que nada muera de todo lo de los hijos de Israel. 5Y Jehová fijó plazo, diciendo: Mañana hará Jehová esta cosa en la tierra. 6Al día siguiente Jehová hizo aquello, y murió todo el ganado de Egipto; mas del ganado de los hijos de Israel no murió uno. 7Entonces Faraón envió, y he aquí que del ganado de los hijos de Israel no había muerto uno. Mas el corazón de Faraón se endureció, y no dejó ir al pueblo.
La plaga de úlceras
8Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Tomad puñados de ceniza de un horno, y la esparcirá Moisés hacia el cielo delante de Faraón; 9y vendrá a ser polvo sobre toda la tierra de Egipto, y producirá sarpullido con úlceras en los hombres y en las bestias, por todo el país de Egipto. 10Y tomaron ceniza del horno, y se pusieron delante de Faraón, y la esparció Moisés hacia el cielo; y hubo sarpullido que produjo úlceras tanto en los hombres como en las bestias. 11Y los hechiceros no podían estar delante de Moisés a causa del sarpullido, porque hubo sarpullido en los hechiceros y en todos los egipcios. 12Pero Jehová endureció el corazón de Faraón, y no los oyó, como Jehová lo había dicho a Moisés.
La plaga de granizo
13Entonces Jehová dijo a Moisés: Levántate de mañana, y ponte delante de Faraón, y dile: Jehová, el Dios de los hebreos, dice así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. 14Porque yo enviaré esta vez todas mis plagas a tu corazón, sobre tus siervos y sobre tu pueblo, para que entiendas que no hay otro como yo en toda la tierra. 15Porque ahora yo extenderé mi mano para herirte a ti y a tu pueblo de plaga, y serás quitado de la tierra. 16Y a la verdad yo te he puesto para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra. 17¿Todavía te ensoberbeces contra mi pueblo, para no dejarlos ir? 18He aquí que mañana a estas horas yo haré llover granizo muy pesado, cual nunca hubo en Egipto, desde el día que se fundó hasta ahora. 19Envía, pues, a recoger tu ganado, y todo lo que tienes en el campo; porque todo hombre o animal que se halle en el campo, y no sea recogido a casa, el granizo caerá sobre él, y morirá. 20De los siervos de Faraón, el que tuvo temor de la palabra de Jehová hizo huir sus criados y su ganado a casa; 21mas el que no puso en su corazón la palabra de Jehová, dejó sus criados y sus ganados en el campo.
22Y Jehová dijo a Moisés: Extiende tu mano hacia el cielo, para que venga granizo en toda la tierra de Egipto sobre los hombres, y sobre las bestias, y sobre toda la hierba del campo en el país de Egipto. 23Y Moisés extendió su vara hacia el cielo, y Jehová hizo tronar y granizar, y el fuego se descargó sobre la tierra; y Jehová hizo llover granizo sobre la tierra de Egipto. 24Hubo, pues, granizo, y fuego mezclado con el granizo, tan grande, cual nunca hubo en toda la tierra de Egipto desde que fue habitada. 25Y aquel granizo hirió en toda la tierra de Egipto todo lo que estaba en el campo, así hombres como bestias; asimismo destrozó el granizo toda la hierba del campo, y desgajó todos los árboles del país. 26Solamente en la tierra de Gosén, donde estaban los hijos de Israel, no hubo granizo.
27Entonces Faraón envió a llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: He pecado esta vez; Jehová es justo, y yo y mi pueblo impíos. 28Orad a Jehová para que cesen los truenos de Dios y el granizo, y yo os dejaré ir, y no os detendréis más. 29Y le respondió Moisés: Tan pronto salga yo de la ciudad, extenderé mis manos a Jehová, y los truenos cesarán, y no habrá más granizo; para que sepas que de Jehová es la tierra. 30Pero yo sé que ni tú ni tus siervos temeréis todavía la presencia de Jehová Dios. 31El lino, pues, y la cebada fueron destrozados, porque la cebada estaba ya espigada, y el lino en caña. 32Mas el trigo y el centeno no fueron destrozados, porque eran tardíos. 33Y salido Moisés de la presencia de Faraón, fuera de la ciudad, extendió sus manos a Jehová, y cesaron los truenos y el granizo, y la lluvia no cayó más sobre la tierra. 34Y viendo Faraón que la lluvia había cesado, y el granizo y los truenos, se obstinó en pecar, y endurecieron su corazón él y sus siervos. 35Y el corazón de Faraón se endureció, y no dejó ir a los hijos de Israel, como Jehová lo había dicho por medio de Moisés.
Saulo persigue a la iglesia
1Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles. 2Y hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él. 3Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.
Predicación del evangelio en Samaria
4Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio. 5Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. 6Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. 7Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; 8así que había gran gozo en aquella ciudad.
9Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. 10A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. 11Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo. 12Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. 13También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito.
14Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; 15los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; 16porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. 17Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. 18Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, 19diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. 20Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. 21No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. 22Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; 23porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás. 24Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí.
25Y ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones de los samaritanos anunciaron el evangelio.
 8 Jehová, la habitación de tu casa he amado,
Y el lugar de la morada de tu gloria.
 9 No arrebates con los pecadores mi alma,
Ni mi vida con hombres sanguinarios,
 10 En cuyas manos está el mal,
Y su diestra está llena de sobornos.
 11 Mas yo andaré en mi integridad;
Redímeme, y ten misericordia de mí.
 12 Mi pie ha estado en rectitud;
En las congregaciones bendeciré a Jehová.
17 Camino a la vida es guardar la instrucción;
Pero quien desecha la reprensión, yerra.
 18 El que encubre el odio es de labios mentirosos;
Y el que propaga calumnia es necio.