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DÍA 36

En este día, continuamos con la lectura de la Biblia. Hoy veremos como José prospera en Egipto y es falsamente acusado y por ello va a la prisión.
En el Evangelio según San Mateo, conoceremos el punto de vista de Jesús sobre la Resurrección. Además, nos enseña cual es el primer y más grande mandamiento, y también el segundo. Y notaremos la maestría que tiene Jesús para desarticular las falsas creencias que pululaban en el pueblo.
Seguiremos, también, con la lectura de los Salmos y los Proverbios.
¡Qué Dios te bendiga!


José y la esposa de Potifar
1Llevado, pues, José a Egipto, Potifar oficial de Faraón, capitán de la guardia, varón egipcio, lo compró de los ismaelitas que lo habían llevado allá. 2Mas Jehová estaba con José, y fue varón próspero; y estaba en la casa de su amo el egipcio. 3Y vio su amo que Jehová estaba con él, y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano. 4Así halló José gracia en sus ojos, y le servía; y él le hizo mayordomo de su casa y entregó en su poder todo lo que tenía. 5Y aconteció que desde cuando le dio el encargo de su casa y de todo lo que tenía, Jehová bendijo la casa del egipcio a causa de José, y la bendición de Jehová estaba sobre todo lo que tenía, así en casa como en el campo. 6Y dejó todo lo que tenía en mano de José, y con él no se preocupaba de cosa alguna sino del pan que comía. Y era José de hermoso semblante y bella presencia.

7Aconteció después de esto, que la mujer de su amo puso sus ojos en José, y dijo: Duerme conmigo. 8Y él no quiso, y dijo a la mujer de su amo: He aquí que mi señor no se preocupa conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mi mano todo lo que tiene. 9No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios? 10Hablando ella a José cada día, y no escuchándola él para acostarse al lado de ella, para estar con ella, 11aconteció que entró él un día en casa para hacer su oficio, y no había nadie de los de casa allí. 12Y ella lo asió por su ropa, diciendo: Duerme conmigo. Entonces él dejó su ropa en las manos de ella, y huyó y salió. 13Cuando vio ella que le había dejado su ropa en sus manos, y había huido fuera, 14llamó a los de casa, y les habló diciendo: Mirad, nos ha traído un hebreo para que hiciese burla de nosotros. Vino él a mí para dormir conmigo, y yo di grandes voces; 15y viendo que yo alzaba la voz y gritaba, dejó junto a mí su ropa, y huyó y salió. 16Y ella puso junto a sí la ropa de José, hasta que vino su señor a su casa. 17Entonces le habló ella las mismas palabras, diciendo: El siervo hebreo que nos trajiste, vino a mí para deshonrarme. 18Y cuando yo alcé mi voz y grité, él dejó su ropa junto a mí y huyó fuera.
19Y sucedió que cuando oyó el amo de José las palabras que su mujer le hablaba, diciendo: Así me ha tratado tu siervo, se encendió su furor. 20Y tomó su amo a José, y lo puso en la cárcel, donde estaban los presos del rey, y estuvo allí en la cárcel. 21Pero Jehová estaba con José y le extendió su misericordia, y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel. 22Y el jefe de la cárcel entregó en mano de José el cuidado de todos los presos que había en aquella prisión; todo lo que se hacía allí, él lo hacía. 23No necesitaba atender el jefe de la cárcel cosa alguna de las que estaban al cuidado de José, porque Jehová estaba con José, y lo que él hacía, Jehová lo prosperaba.


La pregunta sobre la resurrección
23Aquel día vinieron a él los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron, 24diciendo: Maestro, Moisés dijo: Si alguno muriere sin hijos, su hermano se casará con su mujer, y levantará descendencia a su hermano. 25Hubo, pues, entre nosotros siete hermanos; el primero se casó, y murió; y no teniendo descendencia, dejó su mujer a su hermano. 26De la misma manera también el segundo, y el tercero, hasta el séptimo. 27Y después de todos murió también la mujer. 28En la resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será ella mujer, ya que todos la tuvieron?

29Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios. 30Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo. 31Pero respecto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: 32Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. 33Oyendo esto la gente, se admiraba de su doctrina.

El gran mandamiento
34Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. 35Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: 36Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? 37Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38Este es el primero y grande mandamiento. 39Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.

¿De quién es hijo el Cristo?
41Y estando juntos los fariseos, Jesús les preguntó, 42diciendo: ¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? Le dijeron: De David. 43El les dijo: ¿Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor, diciendo:

 44 Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha,
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?
45Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo? 46Y nadie le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más.


 7 La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma;
El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.

 8 Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón;
El precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos.

 9 El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre;
Los juicios de Jehová son verdad, todos justos.

 10 Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado;
Y dulces más que miel, y que la que destila del panal.


6 Porque mirando yo por la ventana de mi casa,
Por mi celosía,

 7 Vi entre los simples,
Consideré entre los jóvenes,
A un joven falto de entendimiento,

 8 El cual pasaba por la calle, junto a la esquina,
E iba camino a la casa de ella,

 9 A la tarde del día, cuando ya oscurecía,
En la oscuridad y tinieblas de la noche.

 10 Cuando he aquí, una mujer le sale al encuentro,
Con atavío de ramera y astuta de corazón.

 11 Alborotadora y rencillosa,
Sus pies no pueden estar en casa;

 12 Unas veces está en la calle, otras veces en las plazas,
Acechando por todas las esquinas.

 13 Se asió de él, y le besó.
Con semblante descarado le dijo:

 14 Sacrificios de paz había prometido,
Hoy he pagado mis votos;

 15 Por tanto, he salido a encontrarte,
Buscando diligentemente tu rostro, y te he hallado.

 16 He adornado mi cama con colchas
Recamadas con cordoncillo de Egipto;

 17 He perfumado mi cámara
Con mirra, áloes y canela.

 18 Ven, embriaguémonos de amores hasta la mañana;
Alegrémonos en amores.

 19 Porque el marido no está en casa;
Se ha ido a un largo viaje.

 20 La bolsa de dinero llevó en su mano;
El día señalado volverá a su casa.

 21 Lo rindió con la suavidad de sus muchas palabras,
Le obligó con la zalamería de sus labios.

 22 Al punto se marchó tras ella,
Como va el buey al degolladero,
Y como el necio a las prisiones para ser castigado;

 23 Como el ave que se apresura a la red,
Y no sabe que es contra su vida,
Hasta que la saeta traspasa su corazón.