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DÍA 34

¡Hola! Nos volvemos a encontrar en este hermoso plan que hemos trazado para este año: el leer la Biblia en forma completa.
Hoy sabremos como José, el soñador, fue vendido por sus hermanos. Continuaremos conociendo la doctrina de Jesús y leeremos los Salmos y los Proverbios.
¡Qué Dios te bendiga!

José es vendido por sus hermanos
1Habitó Jacob en la tierra donde había morado su padre, en la tierra de Canaán. 2Esta es la historia de la familia de Jacob: José, siendo de edad de diecisiete años, apacentaba las ovejas con sus hermanos; y el joven estaba con los hijos de Bilha y con los hijos de Zilpa, mujeres de su padre; e informaba José a su padre la mala fama de ellos. 3Y amaba Israel a José más que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez; y le hizo una túnica de diversos colores. 4Y viendo sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos, le aborrecían, y no podían hablarle pacíficamente.

5Y soñó José un sueño, y lo contó a sus hermanos; y ellos llegaron a aborrecerle más todavía. 6Y él les dijo: Oíd ahora este sueño que he soñado: 7He aquí que atábamos manojos en medio del campo, y he aquí que mi manojo se levantaba y estaba derecho, y que vuestros manojos estaban alrededor y se inclinaban al mío. 8Le respondieron sus hermanos: ¿Reinarás tú sobre nosotros, o señorearás sobre nosotros? Y le aborrecieron aun más a causa de sus sueños y sus palabras. 9Soñó aun otro sueño, y lo contó a sus hermanos, diciendo: He aquí que he soñado otro sueño, y he aquí que el sol y la luna y once estrellas se inclinaban a mí. 10Y lo contó a su padre y a sus hermanos; y su padre le reprendió, y le dijo: ¿Qué sueño es este que soñaste? ¿Acaso vendremos yo y tu madre y tus hermanos a postrarnos en tierra ante ti? 11Y sus hermanos le tenían envidia, mas su padre meditaba en esto.

12Después fueron sus hermanos a apacentar las ovejas de su padre en Siquem. 13Y dijo Israel a José: Tus hermanos apacientan las ovejas en Siquem: ven, y te enviaré a ellos. Y él respondió: Heme aquí. 14E Israel le dijo: Ve ahora, mira cómo están tus hermanos y cómo están las ovejas, y tráeme la respuesta. Y lo envió del valle de Hebrón, y llegó a Siquem. 15Y lo halló un hombre, andando él errante por el campo, y le preguntó aquel hombre, diciendo: ¿Qué buscas? 16José respondió: Busco a mis hermanos; te ruego que me muestres dónde están apacentando. 17Aquel hombre respondió: Ya se han ido de aquí; y yo les oí decir: Vamos a Dotán. Entonces José fue tras de sus hermanos, y los halló en Dotán. 18Cuando ellos lo vieron de lejos, antes que llegara cerca de ellos, conspiraron contra él para matarle. 19Y dijeron el uno al otro: He aquí viene el soñador. 20Ahora pues, venid, y matémosle y echémosle en una cisterna, y diremos: Alguna mala bestia lo devoró; y veremos qué será de sus sueños. 21Cuando Rubén oyó esto, lo libró de sus manos, y dijo: No lo matemos. 22Y les dijo Rubén: No derraméis sangre; echadlo en esta cisterna que está en el desierto, y no pongáis mano en él; por librarlo así de sus manos, para hacerlo volver a su padre. 23Sucedió, pues, que cuando llegó José a sus hermanos, ellos quitaron a José su túnica, la túnica de colores que tenía sobre sí; 24y le tomaron y le echaron en la cisterna; pero la cisterna estaba vacía, no había en ella agua.

25Y se sentaron a comer pan; y alzando los ojos miraron, y he aquí una compañía de ismaelitas que venía de Galaad, y sus camellos traían aromas, bálsamo y mirra, e iban a llevarlo a Egipto. 26Entonces Judá dijo a sus hermanos: ¿Qué provecho hay en que matemos a nuestro hermano y encubramos su muerte? 27Venid, y vendámosle a los ismaelitas, y no sea nuestra mano sobre él; porque él es nuestro hermano, nuestra propia carne. Y sus hermanos convinieron con él. 28Y cuando pasaban los madianitas mercaderes, sacaron ellos a José de la cisterna, y le trajeron arriba, y le vendieron a los ismaelitas por veinte piezas de plata. Y llevaron a José a Egipto.
29Después Rubén volvió a la cisterna, y no halló a José dentro, y rasgó sus vestidos. 30Y volvió a sus hermanos, y dijo: El joven no parece; y yo, ¿adónde iré yo? 31Entonces tomaron ellos la túnica de José, y degollaron un cabrito de las cabras, y tiñeron la túnica con la sangre; 32y enviaron la túnica de colores y la trajeron a su padre, y dijeron: Esto hemos hallado; reconoce ahora si es la túnica de tu hijo, o no. 33Y él la reconoció, y dijo: La túnica de mi hijo es; alguna mala bestia lo devoró; José ha sido despedazado. 34Entonces Jacob rasgó sus vestidos, y puso cilicio sobre sus lomos, y guardó luto por su hijo muchos días. 35Y se levantaron todos sus hijos y todas sus hijas para consolarlo; mas él no quiso recibir consuelo, y dijo: Descenderé enlutado a mi hijo hasta el Seol. Y lo lloró su padre. 36Y los madianitas lo vendieron en Egipto a Potifar, oficial de Faraón, capitán de la guardia.


La autoridad de Jesús
23Cuando vino al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él mientras enseñaba, y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te dio esta autoridad? 24Respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os haré una pregunta, y si me la contestáis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. 25El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres? Ellos entonces discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? 26Y si decimos, de los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta. 27Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos. Y él también les dijo: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.

Parábola de los dos hijos
28Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. 29Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. 30Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue. 31¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios. 32Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle.

Los labradores malvados
33Oíd otra parábola: Hubo un hombre, padre de familia, el cual plantó una viña, la cercó de vallado, cavó en ella un lagar, edificó una torre, y la arrendó a unos labradores, y se fue lejos. 34Y cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores, para que recibiesen sus frutos. 35Mas los labradores, tomando a los siervos, a uno golpearon, a otro mataron, y a otro apedrearon. 36Envió de nuevo otros siervos, más que los primeros; e hicieron con ellos de la misma manera. 37Finalmente les envió su hijo, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo. 38Mas los labradores, cuando vieron al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémosle, y apoderémonos de su heredad. 39Y tomándole, le echaron fuera de la viña, y le mataron. 40Cuando venga, pues, el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores? 41Le dijeron: A los malos destruirá sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores, que le paguen el fruto a su tiempo.

42Jesús les dijo: ¿Nunca leísteis en las Escrituras:
La piedra que desecharon los edificadores,
Ha venido a ser cabeza del ángulo.
El Señor ha hecho esto,
Y es cosa maravillosa a nuestros ojos?j

43Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él. 44Y el que cayere sobre esta piedra será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará.
45Y oyendo sus parábolas los principales sacerdotes y los fariseos, entendieron que hablaba de ellos. 46Pero al buscar cómo echarle mano, temían al pueblo, porque éste le tenía por profeta.


43 Me has librado de las contiendas del pueblo;
Me has hecho cabeza de las naciones;
Pueblo que yo no conocía me sirvió.

 44 Al oír de mí me obedecieron;
Los hijos de extraños se sometieron a mí.

 45 Los extraños se debilitaron
Y salieron temblando de sus encierros.

 46 Viva Jehová, y bendita sea mi roca,
Y enaltecido sea el Dios de mi salvación;

 47 El Dios que venga mis agravios,
Y somete pueblos debajo de mí;

 48 El que me libra de mis enemigos,
Y aun me eleva sobre los que se levantan contra mí;
Me libraste de varón violento.

 49 Por tanto yo te confesaré entre las naciones, oh Jehová,
Y cantaré a tu nombre.

 50 Grandes triunfos da a su rey,
Y hace misericordia a su ungido,
A David y a su descendencia, para siempre.


27 ¿Tomará el hombre fuego en su seno
Sin que sus vestidos ardan?

 28 ¿Andará el hombre sobre brasas
Sin que sus pies se quemen?

 29 Así es el que se llega a la mujer de su prójimo;
No quedará impune ninguno que la tocare.

 30 No tienen en poco al ladrón si hurta
Para saciar su apetito cuando tiene hambre;

 31 Pero si es sorprendido, pagará siete veces;
Entregará todo el haber de su casa.

 32 Mas el que comete adulterio es falto de entendimiento;
Corrompe su alma el que tal hace.

 33 Heridas y vergüenza hallará,
Y su afrenta nunca será borrada.

 34 Porque los celos son el furor del hombre,
Y no perdonará en el día de la venganza.

 35 No aceptará ningún rescate,
Ni querrá perdonar, aunque multipliques los dones.