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DÍA 16

¡Hola! Hoy continuamos leyendo el Génesis en cuyo capítulo 20 nos cuenta lo que pasó entre Abraham, Abimelec y Sara. También vamos a leer completo el capítulo 11 de Mateo, los primero 11 versículos del Salmo 10 y continuamos con el tercer capítulo de Proverbios, leyendo los versos 19 y 20.
¡Qué Dios los bendiga!

Abraham y Abimelec
1De allí partió Abraham a la tierra del Neguev, y acampó entre Cades y Shur, y habitó como forastero en Gerar. 2Y dijo Abraham de Sara su mujer: Es mi hermana. Y Abimelec rey de Gerar envió y tomó a Sara. 3Pero Dios vino a Abimelec en sueños de noche, y le dijo: He aquí, muerto eres, a causa de la mujer que has tomado, la cual es casada con marido. 4Mas Abimelec no se había llegado a ella, y dijo: Señor, ¿matarás también al inocente? 5¿No me dijo él: Mi hermana es; y ella también dijo: Es mi hermano? Con sencillez de mi corazón y con limpieza de mis manos he hecho esto. 6Y le dijo Dios en sueños: Yo también sé que con integridad de tu corazón has hecho esto; y yo también te detuve de pecar contra mí, y así no te permití que la tocases. 7Ahora, pues, devuelve la mujer a su marido; porque es profeta, y orará por ti, y vivirás. Y si no la devolvieres, sabe que de cierto morirás tú, y todos los tuyos.
8Entonces Abimelec se levantó de mañana y llamó a todos sus siervos, y dijo todas estas palabras en los oídos de ellos; y temieron los hombres en gran manera. 9Después llamó Abimelec a Abraham, y le dijo: ¿Qué nos has hecho? ¿En qué pequé yo contra ti, que has atraído sobre mí y sobre mi reino tan grande pecado? Lo que no debiste hacer has hecho conmigo. 10Dijo también Abimelec a Abraham: ¿Qué pensabas, para que hicieses esto? 11Y Abraham respondió: Porque dije para mí: Ciertamente no hay temor de Dios en este lugar, y me matarán por causa de mi mujer. 12Y a la verdad también es mi hermana, hija de mi padre, mas no hija de mi madre, y la tomé por mujer. 13Y cuando Dios me hizo salir errante de la casa de mi padre, yo le dije: Esta es la merced que tú harás conmigo, que en todos los lugares adonde lleguemos, digas de mí: Mi hermano es. 14Entonces Abimelec tomó ovejas y vacas, y siervos y siervas, y se los dio a Abraham, y le devolvió a Sara su mujer. 15Y dijo Abimelec: He aquí mi tierra está delante de ti; habita donde bien te parezca. 16Y a Sara dijo: He aquí he dado mil monedas de plata a tu hermano; mira que él te es como un velo para los ojos de todos los que están contigo, y para con todos; así fue vindicada.
17Entonces Abraham oró a Dios; y Dios sanó a Abimelec y a su mujer, y a sus siervas, y tuvieron hijos. 18Porque Jehová había cerrado completamente toda matriz de la casa de Abimelec, a causa de Sara mujer de Abraham.

Los mensajeros de Juan el Bautista
1Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos.
2Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos, 3para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro? 4Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. 5Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; 6y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí.
7Mientras ellos se iban, comenzó Jesús a decir de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 8¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están. 9Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. 10Porque éste es de quien está escrito:
He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz,
El cual preparará tu camino delante de ti.
11De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él. 12Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. 13Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. 14Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir. 15El que tiene oídos para oír, oiga. 16Mas ¿a qué compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, y dan voces a sus compañeros, 17diciendo: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no lamentasteis. 18Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Demonio tiene. 19Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Pero la sabiduría es justificada por sus hijos.
Ayes sobre las ciudades impenitentes
20Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros, porque no se habían arrepentido, diciendo: 21¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza. 22Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras. 23Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy. 24Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti.
Venid a mí y descansad
25En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. 26Sí, Padre, porque así te agradó. 27Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre;j y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. 28Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.

Plegaria pidiendo la destrucción de los malvados
1 ¿Por qué estás lejos, oh Jehová,
Y te escondes en el tiempo de la tribulación?
 2 Con arrogancia el malo persigue al pobre;
Será atrapado en los artificios que ha ideado.
 3 Porque el malo se jacta del deseo de su alma,
Bendice al codicioso, y desprecia a Jehová.
 4 El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios;
No hay Dios en ninguno de sus pensamientos.
 5 Sus caminos son torcidos en todo tiempo;
Tus juicios los tiene muy lejos de su vista;
A todos sus adversarios desprecia.
 6 Dice en su corazón: No seré movido jamás;
Nunca me alcanzará el infortunio.
 7 Llena está su boca de maldición, y de engaños y fraude;
Debajo de su lengua hay vejación y maldad.
 8 Se sienta en acecho cerca de las aldeas;
En escondrijos mata al inocente.
Sus ojos están acechando al desvalido;
 9 Acecha en oculto, como el león desde su cueva;
Acecha para arrebatar al pobre;
Arrebata al pobre trayéndolo a su red.
 10 Se encoge, se agacha,
Y caen en sus fuertes garras muchos desdichados.
 11 Dice en su corazón: Dios ha olvidado;
Ha encubierto su rostro; nunca lo verá.

19 Jehová con sabiduría fundó la tierra;
Afirmó los cielos con inteligencia.
 20 Con su ciencia los abismos fueron divididos,
Y destilan rocío los cielos.